Cuenta la historia que durante la Segunda Guerra Mundial la fama de las galletas se popularizó en Estados Unidos. Debido al éxito, la patente —original de Ruth Graves— fue comprada por Andrew Nestlé quien le propuso un trato a la inventora de las galletas: comprar la receta de galletas de chispas por un solo dólar. De esta manera pareciera una ganga para Nestlé, pero la magia consistió en que por cada impresión de la receta en los paquetes de chocolate Nestlé, la cocinera recibiría un verde con la cara de George Washington. ¡Una maravilla!
Desde que vez las galletas de chispas el corazón se acelera. Quizá porque esas chispitas de chocolate se dispersan por la belleza natural de una galleta, lo cierto es que la atención se capta y los sentidos comienzan a hacer su trabajo: despertar el antojo, porque definitivamente el aperitivo logra que cada galleta sea “un chispazo” para acelerar el sabor y se diluya hermoso por el paladar hasta el estómago. ¡Qué delicia sin igual!
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