De acuerdo con Paul R. Mullins en el libro Glazed America: “A History of the Doughnut”, el origen de las donas proviene del siglo XVIII, cuando los holandeses llegaron a la ciudad de Nueva York. Este postre, o aperitivo suculento, se conoció primero como olykoeks, en holandés, es decir “pastel grasoso”. Transcurridos unos años, en el siglo XIX, surgió la versión de Elizabeth Gregory, quien hacía la masa con nuez moscada, canela y ralladura de limón. Agregaba avellanas o nueces en el centro de la masa, bautizando a este postre como: “dough” (masa), “nuts” (nueces). ¡Interesante!
De lo más tradicional y de lo más rico en el mundo de los postres son las donas. Y es que su famosa y original forma hace que desde el momento que la miras digas “yo quiero esa”, porque te enamoras e imaginas lo deliciosa que se va ir diluyendo en tu boca, transformando el sabor rico en un elíxir para el paladar. Desde que se preparan y hasta que llegan a tus manos, ya se sabe cómo “van a saber”, de ahí viene su hermosa originalidad, todo mundo sabe comer una dona.
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